Uno de los principales valores añadidos que la globalización del uso de Internet ha traído consigo está estrechamente ligado a la facilitación de espacios de encuentro entre los ciudadanos. La dimensión cultural de Internet ha variado «el sistema de valores, creencias y las formas de constituir mentalmente una sociedad» (Manuel Castells) propiciando el diálogo entre comunidades que han encontrado en Internet redes de pares con las que compartir intereses y/o luchar por objetivos comunes.
En la Naturaleza, cuando muchos seres de una misma especie empiezan a colaborar entre ellos, se genera «Inteligencia colectiva«. En el apoyo mutuo o en la toma de decisiones en consenso se hace presente la inteligencia de la comunidad como organismo propio. Con la llegada de Internet, y en concreto, de la web 2.0, se abre la posibilidad de generar otros tipos de inteligencia colectiva, en otro lugar diferente, en el escenario digital donde la lógica es distinta y por tanto, nueva. Las relaciones que se generan en el entorno digital son muy variadas. Los usuarios conectados se organizan en comunidades, en grupos de afinidad, sin que el tiempo ni el espacio sea un obstáculo. En este post veremos un ejemplo de tecnologías ubicuas que crean redes ciudadanas, las cuales cristalizan en el espacio físico.
Todo esto, y relacionado con la Sociedad del Conocimiento, lo conceptualizó muy bien Pierre Lévy en su libro «Inteligencia colectiva». En él, el filósofo la describe como «una inteligencia repartida en todas partes,valorizada constantemente, coordinada en tiempo real, que conduce a una movilización efectiva de las competencias» Para Lévy, lo fundamental que recoge este concepto es que «el fundamento y el objetivo de la inteligencia colectiva es el reconocimiento y el enriquecimiento mutuo de las personas, y no el culto de comunidades fetichizadas o hipostasiadas«. Levy nos cuenta cómo en la Sociedad del Conocimiento, la invención «de nuevos procedimientos de pensamiento y de negociación que puedan hacer surgir verdaderas inteligencias colectivas se plantea con particular urgencia» ¿Pero puede darse una verdadera inteligencia colectiva si se siguen perpetuando los mismos sistemas? La respuesta es sí, pero con matices. Es necesario que la democracia, que se ha presentado como el sistema político más ecuánime, también se reinvente convirtiéndose en un organismo dinámico, vivo. Si se quiere garantizar la participación ciudadana, uno de los pilares democráticos, la búsqueda no tiene que ir hacia mecanismos inteligentes que garanticen supuestamente este cometido; sino a producir «las herramientas que permitan (a los ciudadanos) constituirse en colectivos
inteligentes, capaces de orientarse dentro de los mares tormentosos de cambios»
Esta Inteligencia Colectiva ha podido transferirse a los escenarios virtuales gracias a la sencillez creciente de estos entornos digitales y a la mayor facilidad de uso de los dispositivos informáticos; lo cual ha permitido la posibilidad de socializar -en lo que ahora llamamos redes sociales- como si lo hiciéramos a través de un «ordenador invisible»
La Plaza de la Puerta del Sol de Madrid durante las movilizaciones del 15M. Fotografía con licencia Creative Commons de Julio Albarrán.
En España, el mejor ejemplo de una red ciudadana que se genera en el espacio digital y trasciende al ámbito real es el movimiento ciudadano del 15-M. A raíz de la interacción de diversos usuarios en el foro de ¡Democracia Real Ya! y demás redes sociales, cientos de ciudadanos fueron agrupándose y organizándose en el espacio virtual para convocar el 15 de mayo una manifestación a nivel estatal. Estas manifestaciones se replicaron con éxito en decenas de ciudades españolas. Y así es cómo, una iniciativa que nace en la red acaba convirtiéndose en un movimiento ciudadano muy activo que conjuga muy bien lo local y lo global.
Uno de los aspectos más significativos fue la ruptura con los medios de comunicación de masas. Muchas de las consignas más vitoreadas tenían a estoscomo protagonistas. Aunque allí presentes, la “revolución ciudadana” se estaba narrando a través de otras herramientas que facilitaban a los ciudadanos ser los protagonistas de los mensajes. Poco a poco, los grandes medios fueron entendiendo que la lógica del discurso era diferente, y que por tanto, su función también tenía que serlo.
Interacciones de mensajes cortos en internet en el 15M
En cifras, se calcula que participaron en la movilización cibernética del 15M, una red de 87.569 usuarios y 581.749 mensajes, con más de 200 páginas en Facebook y 200.000 seguidores, 70 palabras clave en Twitter y cotas de 500 mensajes breves (o tuits) por hora. (Jiménez, Isidro, 2012). Pero, a pesar de que el movimiento se gestó en ellas, el 15M puso las redes sociales virtuales en el centro del debate y empezaron a crearse otras herramientas de gestión digital distintas: libres y autogestionadas, como es el caso de N-1.
Una red social alternativa creada por el colectivo Lorea en la que prácticamente todas las asambleas del 15M comparten sus actas, lecturas y otros documentos en la red para que la gestión de estos grupos sea transparente. Es una potente herramienta de trabajo para colectivos sociales ya que permite desde confeccionar wikis, grupos cerrados o abiertos, hasta compartir documentos… Es decir, una plaza virtual donde seguir generando redes ciudadanas.
Podemos afirmar que los movimientos sociales han encontrado en la red la oportunidad de movilizar a comunidades comprometidas. Algunos lo llaman “activismo de sofá”, pero lo que está claro, es que el uso de las tecnologías ubicuas en movimientos como el 15M ha puesto de manifiesto que ya no hay que esperar a que nos cuenten nuestra propia historia.